Claves para criticar con conocimiento de causa

Queridas todas:

Sé lo tristísimos y desolados que habéis estado durante estos meses sin tener una guía que os ilumine en el camino de las virtudes del vestuario. Aun así, todo lo bien vuelve y… ¡¡aquí tenemos una nueva entrega de la sección más chic del blog!!
Sin embargo, en esta ocasión, mi artículo no será la continuación del decálogo de la perfecta invitada, sino más bien, el de la perfecta crítica. Lo sabemos: por mucho que queramos a las invitadas a nuestra boda, y por mucha familia o amiguísimas que sean, más de una llevará un estilismo tan imposible que será la candidata estrella para el pin a la más cutre.
Por ello, aquí os traigo una pequeña muestra del vocabulario básico necesario para poder rajar a gusto y con conocimiento de causa, porque puede que seamos marujonas, ¡pero nunca ignorantes! Así que comenzaremos por describir varios estilos básicos en los que se distinguirán las invitadas.

Chic: El término hace referencia a quienes llevan la ropa con estilo y soltura y cuyos conjuntos resultan fascinantes, modernos y elegantes. Es el estilo esperado en una boda, y sobre todo, el que se espera ver en las grandes estrellas del día: la novia (of course), madrina, madre de la novia, familiares y amiguísimas. No podemos dar las palabras clave de este estilo porque depende exclusivamente de la persona, edad y posición de la que lo lleve puesto, pero podríamos resumir las grandes líneas en pocas palabras: colores elegantes, satén, seda, brocados, tocados, stilettos, microbolso-joya y unos preciosos pendientes que destaquen e iluminen nuestra mejor sonrisa.

Hortera: creo que no necesita definición, pero como habrá más de una que vaya así, lo describiremos como dice la RAE: vulgar y de mal gusto. Colores chillones, zapatos imposibles, estampados de leopardo mezclados con cebra, moños estilo “cuéntame” y uñas de gavilán con horrible manicura francesa que además, puede llevar esa nueva moda de dibujitos que señalan a una cani de fondo que no es capaz de disimularlo.

Olimara: palabra clave para definir mi estilo favorito con el que seguro que más de una nos sorprenderá. Por si alguien no lo sabe, modas Olimara es la tienda malagueña famosa por metros y metros de tornasol en vestidos largos de esos que en cuanto te sientas se cuartea la tela, corsés atados con lazos, escotes corazón y drapeados infumables, gasas, floripondios, brillos, purpurina y horteradas varias a un precio demasiado alto para lo que venden pero lo suficiente para que las maris crean que cuanto más gastan más guapas van.

Sixty-five plus: en todas las bodas hay abuelitas y no puedo evitar fijarme en sus modelazos, todos iguales pero en colores diferentes: blusón ancho con broche en el pecho, chaqueta de cuello caja y falda de camilla alrededor del culo, collar de perlas y pendientes del ajuar de cuando se casó. Cierto es que tampoco pueden (ni deben) innovar mucho, pero no podían dejar de estar presentes en este amplio abanico de edades y estilos.

Quiero y no puedo: aquí entra el estilismo de muchas y de muchos tipos, así que lo clasificaremos en varios subgrupos para tener más clara esta idea:
└> quiero tener estilo pero no lo consigo: suelen coincidir con el estilo Olimara, también llamadas catetas de fondo y de forma. Son las que intentan ir guapas, van a la pelu, se maquillan, se depilan el bigote y se han pasado horas dentro de probadores embutiéndose en vestidos de tiendas caras y cuando creen que han encontrado el modelito perfecto, se plantan en la iglesia pensando que son las más chic… hasta que pasados unos años, ven las fotos de la boda y ellas mismas se preguntan de qué circo salieron ese día con tal cara de payasa. De estas hay muchas y de todas las edades.
└> quiero que parezca que soy pija pero no sé cómo hacerlo: son las peores. Pretenden eclipsar a la novia con su vestido, lo cual está terminantemente prohibido, y van por toda la cena comentando la tienda, el diseñador, la historia de la compra… y por supuesto, los cientos y cientos de euros que les ha costado el exclusivísimo modelito. Esto demuestra que no sólo no son pijas, sino que además, tienen un tremendo mal gusto y peor educación al ir hablando de dinero, y sobre todo, no saben que se puede ser más chic con un vintage de los 60 que con el último modelo de El Corte Inglés.
└> quiero parecer más joven pero no sé cómo hacerlo sin llegar al ridículo: también llamado estilo Lucía Bosé/ Ana Obregón. Ahí tenemos dos máximos exponentes. Este estilo es aplicable tanto a las cuarentonas con minifalda como a las jovencitas monjiles. El primer ejemplo es fácilmente imaginable si recordamos los posados de la susodicha en Mallorca. Lo peor de todo es que el segundo caso es el que más abunda. Por favor, si tienes 20 años, no vayas con el vestido de tu abuela, que por muy retro que sea, mejor vas al Zara y te apañas cualquier must.

Y por ahora, creo que es suficiente, aunque dejo en el tintero muchas más ideas para el próximo episodio, que aún queda tiempo para el gran día, y siempre podemos cambiar de opinión tras leer estos sabios consejos.